7.30.2009

El Arte Del Egoísmo

Matt Torresolis
“Un egoísta es alguien que se empeña en hablarte de sí mismo, cuando tú te estás muriendo de ganas de hablarle de ti” Jean Cocteau

Egoísmo es una palabra tabú en nuestra cultura. Condenado por igual por religiosos y políticos, maestros y medios masivos, e incluso por escritores populares de “autosuperación”, este concepto oculta valores insospechados tanto para las empresas como para las personas que las conforman.

Por sus raíces etimológicas (ego [yo]; ismo [práctica]), uno entiende que se trata de la Práctica de Ser Yo; es decir la actividad del que se edifica a sí mismo y por lo tanto se posee a sí mismo.

Toda actividad inicia en el Yo y culmina en el Yo. Si las personas reconocen a su yo como su propio soberano, automáticamente tratan a los demás como personas iguales que poseen la misma capacidad para autogobernarse que la que uno tiene, y por tanto resulta imposible que la persecución de los intereses de uno entre en la esfera de los intereses del otro, salvo que que éste lo permita voluntariamente y sin coacción de ninguna clase. De esta manera, el trabajo en grupo y la cooperación se convierten en un acto de voluntad comprometida por alcanzar estadios más elevados de desarrollo mediante la multiplicación y suma de los poderes personales, debido a la comprensión del intercambio de valor por valor.

Quienes afirman que el egoísmo es la negación de la colaboración y la solidaridad, son sospechosos de pretender manipular a las personas saludables y envenenarlas con rollos idealistas para volverlas mansos autómatas explotables. Justo lo que este país ya no necesita, vistas de que estamos sobrepoblados de seguidores mediocres. Ya basta.

Ambrose Bierce, aquél sarcástico escritor estadounidense (viejo gringo), apuntó justo en el blanco con exquisita ironía al afirmar: “un egoísta es aquél que piensa más en sí mismo que en mí”; llevada al extremo, esta forma de considerar al egoísta, lo único que produce son personas que esperan que los demás se ocupen de ellos, se hagan cargo de ellos, lo cual es una distorsión conceptual parasitaria que condena al individuo a negarse su propio poder y ser dueño de sí mismo. Bueno, aquí lo práctico es ver la calidad de grupos de trabajo que tenemos en las compañías mexicanas, donde el 80% de los ingresos provienen del trabajo del 20% de los empleados como diría mi amigo Paretto. ¿Y los demás?, pues cachando migajas y trabajando “en chinga” a la espera del ansiado y libertario fin de semana y anexos puentes colgantes.

Hace unos días fui orador invitado a un evento de una empresa mexicana líder en su especialidad a escala continental. Hablé sobre el Arte del Egoísmo y sus implicaciones para la estrategia de la empresa. Dado que no soy predicador de la motivación y del pontelacamiseta, expuse convencido que lejos de considerar al egoísmo como una práctica antisocial, éste es el único camino que las personas tenemos para progresar, volvernos cada vez más libres y menos estúpidas; que no había nada de inmoral ni enfermizo en reconocer la primordial importancia de la primera persona del singular, porque todos respondemos al mismo pronombre y a todos nos preocupa y ocupa el salvaguardar nuestros intereses. Por supuesto, tantos memes autoritarios que llevamos inoculados sin nuestro soberano consentimiento del tipo “no seas egoísta, dále la mitad a tu hermanito” hace que medio reprimamos el ejercicio de la verdadera vocación que nos hace valiososos como seres humanos, productivos y creativos.

Le pregunté públicamente al Presidente de dicho consorcio qué pasaría con su exitosa compañía si cada individuo produjese resultados e ideas como si fuesen diez personas, pero sin aumentar el overhead (tal como postuló el fundador de National Panasonic, el señor Matsushita), y el CEO respondió con una sonrisa de 100 watts que serían líderes mundiales; e hice la misma pregunta a las cientos de personas reunidas ahí: cómo sería su vida si ustedes diesen resultados por diez, y la sala se iluminó como el zócalo un 15 de septiembre, seríamos libres, valdríamos más - dijeron.

Nadie puede comprometerse con una organización si no está comprometido primero consigo mismo. El favorecer en la empresa mexicana la correcta comprensión de los valores egoístas, puede salvar en poco tiempo, siglos de colectivización estupidizante e improductiva. No se crea los cuentos místicos de que el egoísmo provoca una feroz competencia de todos contra todos. Un grupo de personas que cuidan sus intereses propios, son inteligentes al grado de saber que los intereses comunes son exactamente los propios intereses. Esas personas no necesitan motivadores externos; están parados sobre sus propios pies y son dueños de sí mismos sin apenarse por las condenas moralistas de los manipuladores que son incapaces de producir valor.

“Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo” implica desarrollar el amor por uno para tener el poder de dispensarlo al otro. De lo que se deduce que todos estamos interrelacionados, porque todos somos YO. Así que si yo falto, pues falta lo mero principal, digo yo...

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