10.01.2010

Primero El Efecto, Luego La Causa...

Matt Torresolis

El Maestro Sun Tzû
Nos acostumbramos tanto a seguir determinados modelos de pensamiento que parecería ocioso o inútil el mirar las cosas desde una perspectiva diferente; sin embargo, muchas veces una ligera variación en el ángulo de apreciación puede revelar un panorama distinto capaz de inducir un profundo cambio en la manera en que construimos y experimentamos nuestra realidad.

Por ejemplo, estamos habituados a pensar conforme a la correspondencia lineal Causa / Efecto; pero si nos cruzamos al lado contrario de la calle descubriremos la posibilidad de ubicarnos en la correspondencia inversa: Efecto / Causa. Es decir, primero el Efecto y luego la Causa. Para que alguien logre que un Efecto buscado se convierta en realidad necesita desarrollar en sí mismo o en su vida las características propias de dicho Efecto, de tal modo que primero vive y se comporta de acuerdo con la naturaleza del Efecto asumiéndolo como un hecho en tiempo presente y luego interactúa con las diferentes variables de la Causa, influyendo sobre ellas para lograr algún objetivo concreto. Parece algo irracional, aunque detrás de los contrasentidos suelen ocultarse aplicaciones valiosas y creativas para aquellos capaces de modificar sus hábitos mentales.

Sun Tzu, el famoso estratega militar chino del siglo VI antes de nuestra era, saca luz de esta paradoja cuando afirma que primero uno debería de volverse vencedor y después entrar en la batalla

Para nuestro sentido común lo primero en el tiempo es batallar y luego como resultado se vence, pierde o empata. Invertir los términos sería un error básico como poner la carreta delante del burro; sin embargo la vida no obedece los dictados de la lógica mecanicista donde la causa A siempre genera el efecto B. Si uno pudiese posponer su apego al razonamiento cartesiano para explorar nuevas formas de actuar en el mundo del conflicto humano o de la competencia de negocios, se ocuparía primero de lo indispensable (transformarse a sí mismo para aumentar su capacidad de ganar) y dejaría que los demás se agotasen en el juego secundario de las apariencias (altas inversiones de energía o recursos en su esfuerzo por competir). 

Esto significa que una persona o empresa que ya está en posición  vencedora antes de entrar a la lucha de la competencia o del conflicto, tiene asegurado el triunfo en la batalla o negociación porque se ha hecho cargo de resolver correctamente dos asuntos medulares: 1) se ha disciplinado a sí misma para minimizar sus debilidades y aumentar sus fortalezas; y 2) no ha perdido de vista las debilidades, intenciones y movimientos del contrario. Los derrotados acuden a la batalla primero y después tratan de vencer.


De esto se sigue que las empresas o individuos correctos primero se ocupan de volverse invencibles, aumentar sus capacidades y fortalecer sus posiciones de ganancia mediante el conocimiento de sí mismos ocultándolo a los demás; al mismo tiempo que escudriñan la vulnerabilidad del contrario y esperan el momento oportuno para frustrar sistemáticamente sus planes antes de que maduren; así que cuando luchan contra sus adversarios éstos ya están vencidos de antemano. Lo valioso es que de esta manera las batallas son cortas y, mejor aún, que a veces ni siquiera llegan a ocurrir. Tal era el ideal del Maestro Sun Tzu: ganar sin luchar. La invencibilidad está en uno y la vulnerabilidad en el adversario

Vencer sin luchar ahorra recursos y energía, luego entonces multiplica las ganancias. Curiosamente en una batalla corta donde las bajas son mínimas, tanto el vencedor como el vencido permanecen en pie para beneficio del mercado. Usar las infinitas combinaciones de la estrategia implica la sabiduría de ver lo oculto detrás de las apariencias. Esta capacidad no tiene nada que ver con bravuconadas, tamaño relativo, tretas sagaces o agresiones violentas. Vencer primero y pelear después es la esencia misma de una sabia estrategia. Primero el Efecto, la Causa, después... Parece irracional; pero para mi es lo más cuerdo.