5.15.2010

Un Cuaderno de Notas

Matt Torresolis

Hace algunos años un amigo, Alfredo Basurto Leyva, me dijo que la tecnología comienza con un cuaderno de notas. Por Tecnología se refería, en sentido primario, al Saber Hacer Algo o al proceso por el cual desentrañamos cómo se hace algo. Desde entonces siempre he recurrido a mis cuadernos de notas y me parece uno de los mejores consejos que haya recibido.
Alfredo apoyaba su consejo con lo que hacían los japoneses en la década de los sesenta, recorriendo el mundo con sus inevitables cámaras fotográficas y sus libretas de apuntes para registrar cualquier cosa que les llamara la atención: desde fiestas infantiles de cumpleaños, entradas en los almacenes y todo fenómeno de la vida social del país al que fuesen; en Estados Unidos les apodaban los “click, click” por su “ridícula” propensión a fotografiarlo todo. El resultado fue que años más tarde, estos ridículos hombres de traje negro y calcetines blancos innovaron en diversos mercados y a distintos niveles; primero con bienes o servicios baratos y de baja calidad, y después con tecnologías de alta calidad.
Imagino que en alguno de sus cuadernillos, algún observador japonés hubiese garabateado kanjis, hiraganas y katakanas con anotaciones sobre los gorritos de cumpleaños, serpentinas, confeti, velitas y demás decoración alusiva que usaban los gringos; regresado a Japón y discutido con otras personas sobre el cómo empaquetar fiestas de cumpleaños con todo lo necesario para festejar, bonito, barato y asequibles en cualquier supermercado... si uno multiplica esta práctica, el resto sería el tsunami Nipón del Know How que nos llovería con cientos o miles de artefactos.
Y es que un cuaderno de notas, boceta pensamientos, anota ocurrencias, permite - por su carácter privado -, las confidencias, las ideas locas y blasfemias al sentido común. Es sólo para mis ojos: una conversación conmigo mismo donde soy libre de plasmar y modificar los pensamientos de otros, hasta hacerlos míos y procesarlos para llevarlos a otro nivel. Me permite así mismo, dialogar con quien yo he sido y mirar y sentir lo pasado con los ojos del presente.
Si la tinta más débil es mejor que la memoria más fuerte, también es cierto que un símbolo gráfico, palabra, esquema, fotografía, etcétera, actuará tanto como refuerzo del recuerdo y como relator de ocurrencias; pero además como un disparador de posibles nuevas asociaciones, encendiendo una serie de foquitos de navidad en nuestras redes neurales. Es decir, una nota - andando el tiempo -, puede desencadenar un conjunto de eurekas que pueden empollar un huevo sorpresa. En este sentido son proverbiales los cuadernos de Einstein o Leonardo.
Aunque en mis cuadernos no hay ecuaciones geniales ni viajes a 300,000 kilómetros por segundo o bocetos para alguna obra maestra; pero ciertamente me he encontrado con frases y esquemas interesantes que no parecen haber sido hechos por mi sino por alguien más inteligente y curioso. Es como si de pronto aparecieran ante mis ojos algunas nuevas propiedades de la realidad y que me conducen a imaginar y a “crear” algo nuevo y útil para mi momento actual. Lo más importante para mi, es que aquéllas grafías me permiten recobrar una manera fresca de percibir mis pensamientos, imaginerías y entorno.
Me entero que hay una orden de religiosas que al entrar a dicha cofradía, reciben un libro de notas con la encomienda de escribir todos los días sus reflexiones durante toda su vida; lo curioso es que dichas religiosas se cuentan entre las mujeres más longevas, sanas e inteligentes, con lo que seguramente se confirman algunos de los postulados de la neuroplasticidad. Una otra manera de hacer cumplir un precepto de la Torah: Prohibido Envejecer.
Y es que el envejecimiento, en este sentido, no sólo estaría circunscrito al deterioro de las facultades físicas, sino también al naufragio de las facultades mentales; lo cual - según lo entiendo -, afecta a los ancianos, jóvenes y adultos por igual. Porque la vejez en este sentido, es un proceso de anquilosamiento que se atrinchera en lo aprendido, en el sentido común, en las “verdades evidentes por sí mismas”. Llevar un cuaderno de notas es una herramienta que te permite cuestionar lo que das por sentado, reflexionar sobre tus percepciones y tomar notas de la forma en que parece funcionar la realidad. También es un instrumento valioso para anotar tus ideas locas o atrevidas, tus observaciones, algo que por alguna razón capturó tu atención, etcétera. Creo que la tecnología del vivir comienza con un cuaderno de notas y la tecnología vital es averiguar cómo ser más creativo liberándote de la cohersión de las “autoridades” ejercida desde la infancia mediante el temor, el miedo a parecer ridículo y el apego a las buenas normas, usos y costumbres.
Garabatos, señas, mapas mentales, anotaciones a vuela pluma, recordatorios con caligrafía serena, descripciones, dibujos, citas, fotos, todo cabe en las páginas de un cuaderno que se despliega como un universo paralelo donde todo reposa en potencia, a la espera de unos ojos que le traduzcan en actos útiles. Repito el consejo de mi amigo Alfredo: cómprese un cuaderno de notas y haga visible lo invisible.